La maternidad infeliz

Uno de los motivos que me ha llevado a escribir este post es porque últimamente me he rodeado de personas (profesionalmente) donde hemos trabajado mucho el sentirse infeliz durante la maternidad.

Pensé que también era importante hablar sobre el hecho de que entrar en ella también puede conllevar sentirte infeliz, y no pasa nada, es normal.

En realidad vivir conlleva por sí mismo sentir muchas cosas, a veces agradables y a veces desagradables, por lo tanto, entrar en el mundo de la maternidad no se escapa.

¿Y qué quiero decir con esto?

Es cierto que a veces, este malestar (tenga el significado que tenga para cada una de vosotras que lo lee) puede llegar a extremos donde la persona necesite ayuda, básicamente porque se trata de un momento en que la vinculación con la nueva personita es muy importante, y este desarrollo sano de la relación que se está construyendo también dependerá de cómo lo disfrutan las dos partes.

Lo que yo observo, como madre y como profesional, es que este desarrollo sano también implica sentir cosas que normalmente etiquetamos como «negativas» y puede que no lo sean tanto, porque nos están informando de cómo estamos viviendo ese momento y hacia donde debemos dirgir nuestras necesidades y decisiones.

Convertirte en madre o padre o ambas, tiene un peso muy importante. En la vida hay muchas decisiones que podemos cambiar, pero en teoría no puedes cambiar dejar de ser madre o padre porque ya no te gusta o no te satisface. Es una decisión con la que convives, implique lo que implique, y es por eso que la carga emocional y la sensación de responsabilidad suele tener mucho peso.

No me gustaría olvidarme de comentar la importancia del camino, éste siempre tiene algo que decir. El cómo se decidió ser madres y padres o ambas, la trayectoria hasta llega a tener el hijo/a o hijos/as, la vivencia del embarazo, la vivencia del parto y sobre todo del postparto y cómo todo este proceso ha sido acompañado, influenciará en quizá como nos permitimos sentirlo en cada momento.

Pero lo que yo quiero es reivindicar que en este momento se pueden descubrir y sentir nuevas sensaciones naturales del proceso. Se puede sentir frustración, un cansancio eterno, irritabilidad, tristeza, melancolía por la vida de antes, pérdida de identidad, malestar corporal, cero deseo sexual, apatía, dolor físico, poca ilusión, soledad, …

No pretendo transmitir un mensaje desastroso de la maternidad, pero no siempre es como nos cuentan, y no por ello deja de ser normal. Seguramente con el tiempo, el aprendizaje que esto nos conlleva posiblemente nos coloque al lado de la balanza en el que todo ha valido la pena, pero comp siempre, el camino importa.

Creo que entre las mujeres nos merecemos tener espacios donde podamos decir en voz alta todo lo que pensamos y sentimos, cuidar es una tarea no siempre fácil que implica sostener constantemente lo que sentimos y sienten los de nuestro alrededor.

Como lo hacemos si estamos agotadas?

Como lo hacemos si no dormimos?

Como lo podemos hacer si sentimos infelicidad?

Como seremos las madres que queremos si no tenemos espacio para decir lo que realmente sentimos?

Si reconocemos este dolor, este «ya no puedo más», este «antes sabía cómo hacerlo», este «quiero ser más que madre», cada una podrá vaciar las dosis de dolor, para aumentarlas con dosis de cuidado y de paciencia.

Hablar de ello nos alejará de madres superheroínas y nos aproximará a ser madres reales.